viernes, 25 de diciembre de 2015

Buscaglia y la pituqueria

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Edición Impresa del 25 de Diciembre de 2015

Pesadilla de Navidad (2)

Alberto Gálvez Olaechea critica mi columna de ayer.


Escribe:


Augusto Álvarez Rodrich

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Estimado Augusto, como todos los días, leí con mucho interés tu columna sobre la pena aplicada a la ciudadana Buscaglia, y tu comentario de que esta podría ser exagerada.

Discrepo contigo, Augusto: la pena no solo es exagerada, sino abusiva e insensata, expresión de la naturaleza perversa de la legislación penal construida en el Perú.

 

Al parecer, una pituca arrogante tuvo una reacción histérica ante un policía cholo que la multaba y le salió la lepra racista. Su actitud es repudiable, pero condenarla a seis años de prisión es un disparate. ¿Atacó con un arma? ¿Hizo peligrar la vida de alguien? ¿Es reincidente contumaz?

 

¿Merecía una sanción? Sí, pero una noche de calabozo para recuperar la sensatez, una multa fuerte y un par de meses de trabajo comunitario.  

 

Al inicio del gobierno de Ollanta Humala habían 45 mil internos en las cárceles; hoy, más de 70 mil en un sistema colapsado. ¿Ha mejorado la seguridad? ¿Hay menos delincuencia? La política criminal del Estado es un fracaso rotundo.

 

Augusto, algo de esto te expusimos cuando nos visitaste en Castro Castro. Líderes de opinión como tú deben dar batalla contra un populismo criminológico que cree que todo se resuelve con cárcel y penas más severas. El resultado es exactamente el contrario. Cada cárcel nueva es una escuela del delito, que pronto se abarrota, y se requiere más cárceles, y así ad nauseam. Legisladores improvisados que ceden a presiones mediáticas por soluciones fáciles a problemas complejos. Jueces que aplican leyes que los conminan a sancionar sí o sí de cierta manera. La prensa con material para sus titulares. La opinión pública se aplaca, al menos por un tiempo.

 

¿Y la señora Buscaglia y las otras mujeres condenadas con estas leyes? No solo se les ha derrumbado su mundo, sino que se ha arrastrado a la prisión a una familia entera. Debió pensarlo antes, dirán los guardianes de la moral pública. Ojalá la vida no los ponga nunca en las garras de la maquinaria autoritaria y canalla que estamos construyendo.

 

En esta Navidad, la primera que pasaré con mi familia después de más de tres décadas de clandestinidad y prisión, mi saludo y abrazo para todos los hombres y mujeres que están en las cárceles, a los inocentes y, también, a los culpables, y a sus familias. Una mirada compasiva no está demás en estos tiempos en que el encono envenena el alma.


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Politica Peruana

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