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Antes de ser asesinados los hombres son interrogados. Advertencia: El video puede herir susceptibilidadesEs Noticia, Los Reyes Magos son el bipartidismo 09/01/2015
La leyenda, tradición o historia de los Reyes Magos. Podría precisarlo a un solo término pero estamos de acuerdo en que se basa en una mentira.
Una mentira bonita que nos infunde, llamémosle, ilusión: los niños hemos adorado y adoramos a los Reyes Magos, esos personajes místicos que, por ser eso, mágicos, parecen implícitamente gozar de presunción de veracidad. Y a la vez, una mentira que contiene una moral: debemos ser buenos niños y portarnos bien, así los Reyes Magos nos traerán regalos en Navidad.
Esta mentira se constituye como mecanismo de coerción. Nos dicen que nos portemos bien pues no debemos incumplir las normas, porque en ese caso el regaño nos hará sentir culpa y vergüenza y nuestros padres tendrán que castigarnos muy a su pesar porque habremos sido niños malos –bien prohibiéndonos juntarnos con determinados compañeros, bien no dejándonos salir de casa durante unas horas o días, bien obligándonos a ayudarles en sus tareas, bien quitándonos la paga, bien cualquier castigo que nos hayan puesto nuestros padres alguna vez. Nosotros nos lo buscamos: o merecemos regalos o merecemos castigos.
¿Cómo se equipara esto al sistema político? También nos cuentan historias y nos coartan a través de ellas. El mensaje es el mismo: portaos bien. No podemos transgredir ni las normas legales ni las sociales, o deberán castigarnos muy a su pesar –bien impidiéndonos el ejercicio de determinadas actividades, bien restringiendo nuestro derecho a la libertad deambulatoria, bien con trabajos en beneficio de la comunidad, bien con una multa, bien cualquier sanción que el ordenamiento jurídico y/o administrativo os hayan puesto alguna vez. Nosotros nos lo buscamos: o somos buenos ciudadanos o no lo somos.
Cuando digo que el sistema bipartidista nos cuenta mentiras me refiero a que ellos han dictado las normas que no debemos transgredir y se han ido turnando periódicamente sus constantes modificaciones. Y redactados como la nueva Ley de Seguridad ciudadana, aprobada por los que imponen normas en contra de todos los que deben respetarlas, son, cuanto menos, injustos.
¿Quiénes son los que nos lo cuentan? El mensaje se nos repite Navidad tras Navidad y evento importante en la agenda política tras evento importante en la agenda política, porque parece que los Reyes solo vigilan cuando se acerca el momento de los regalos.
Nuestros referentes (padres, madres, familiares, profesores, niños mayores, entrenadores, ajenos, alcaldes, presidentes de comunidades autónomas, líderes políticos en general y medios de comunicación) predican la leyenda. Las castas (familiar, política y periodística) son cómplices de la mentira, y por tanto, de la coerción.
Sucede que un día, esta vez sí muy a pesar de los predicadores, crecemos –física y psíquicamente– lo suficiente para darnos cuenta del tenderete que nos han montado todo este tiempo. Seguramente muchos habéis sentido alivio y contento en el primer momento: ‘soy listo, os he descubierto y ya no me engañaréis más’. Los niños corremos rápidamente a nuestros padres para demostrarles que ya somos mayores y los adultos corremos rápidamente al bar a demostrar que no somos tontos (entiéndase bar como entorno de referencia de cada uno en el que nos sentimos cómodos y en confianza tanto en ambiente como en compañía).
El verdadero conflicto nace en la siguiente emoción: la decepción. ‘Me han engañado durante mucho tiempo’. Darse cuenta de que uno es manipulable no es de agrado. Y lo que es peor: ‘han sacrificado recursos de todos para mantener la mentira sobre mí’. Mis padres se han estado gastando un montón de dinero de toda la familia en regalos para que creyera en los Reyes Magos y tuviera motivación para no desfasarme demasiado hasta la próxima Navidad. A la par, se han repartido muchas muchas muchas partidas presupuestarias (acuérdense de que todos somos Hacienda) justificadas demasiado en el interés general y beneficiando poco a este y mucho más al particular.
Cuando somos niños nos olvidamos de la decepción y nos convertimos en cómplices de los cuentistas. Como tales, no tenemos poder para imponernos y nos sumamos a la perpetuación del ciclo, de esta mentira que tan feliz nos ha hecho. Es en lo que siempre hemos creído y los que nos han engañado nos empujan ‘inocentemente’ a seguir diciéndoles a los niños que se porten bien, o los Reyes Magos no les traerán regalos. Incluso de mayores sacrificamos el presupuesto familiar durante parte del año para participar en la gran campaña mágica de regalos.
Cuando somos adultos la decepción no siempre se traduce a aceptación sino más bien a enojo. Queremos expresar que no nos gusta que se destinen nuestros recursos (de todos) a beneficio de unos pocos, entendemos que esto es malgastar esfuerzos y es muy injusto. De niños aprendimos que mentir no siempre es sano y nos avergonzamos de haber sido manipulados tan descaradamente con la misma arma que nos enseñaron a no usar. Pretendemos fortalecernos de esta experiencia y buscamos el cambio.
Crecer nos da la ventaja de discernir entre ficción y realidad. Quizás sí ha llegado ya la hora de demostrar a los que cuentan que nosotros también sabemos redactar historias y que el día que consigamos escribirlas cabe la posibilidad, llamadme soñadora, de que sean más bonitas que las suyas.
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