viernes, 19 de febrero de 2016

LA LEY STALKER y Iglesias & Castro: comenzar de nuevo

LA LEY STALKER 2015-07-30 16:23:21

Cual “regalo” de Fiestas Patrias, el gobierno promulgó el Decreto Legislativo 1182, una de las normas más polémicas de esta administración y a la que ya, en redes sociales, se le ha bautizado como Ley Stalker.

¿En qué consiste esta medida? Miguel Morachimo de Hiperderecho explica los detalles centrales de la norma:

El Decreto Legislativo crea un mecanismo mediante el cual la Policía puede enviar un pedido a cualquier empresa operadora para acceder a los datos de localización o geolocalización de teléfonos móviles o dispositivos electrónicos. Estos datos son enviados permanentemente por todos los teléfonos móviles conectados a una red de comunicaciones, incluso los que no son smartphones, y constituyen un registro exacto de la circulación de cualquier usuario de estos aparatos. Según el nuevo Decreto, empresas como Movistar o Claro estarán inmediatamente obligadas a proporcionar acceso en tiempo real a esta información a la Policía Nacional. Para lograrlo, hasta ahora era necesaria una autorización judicial expresa. Sin embargo, bajo este nuevo sistema la Policía ya no necesitará obtener ningún tipo de autorización previa para acceder a esta información.

Según la propia norma, la Policía solo podrá utilizar este mecanismo cuando concurran tres requisitos en simultáneo: (i) se trate de un delito flagrante, (ii) el delito investigado sea sancionado con pena superior a los cuatro años de cárcel, y, (iii) el acceso a esta información constituya un medio necesario para la investigación. Sin embargo, el cumplimiento de estos requisitos solo será revisado luego de que la Policía ya haya accedido a los datos. Así, la unidad a cargo de la investigación policial tendrá 24 horas para enviar al Fiscal un informe que sustente su requerimiento y el Fiscal tendrá otras 24 horas para solicitar a un juez la "convalidación de la medida". A su vez, el juez que reciba el pedido tendrá otras 24 horas para pronunciarse sobre la legalidad del pedido y establecer un periodo durante la cual estará vigente. Bajo este sistema, podrían pasar hasta 72 horas desde que la Policía empezó a monitorear a cualquier ciudadano para que recién un Juez pueda pronunciarse sobre la legalidad de la medida y verifique si realmente se han respetado los requisitos.

Según se pudo conocer hoy en La República, la norma fue solicitada por la División de Investigación de Secuestros. La DIVISE argumenta que el número de extorsiones ha aumentado y que las compañías telefónicas no brindan mayor información sobre la titularidad de los dispositivos móviles. Porque, ojo, no solo se trata de celulares, sino también de tablets u otros dispositivos análogos. La finalidad de la norma es ubicar rápidamente a los extorsionadores y capturarlos, objetivo con el que nadie, salvo los propios hampones, podria estar en desacuerdo.

El problema con este tipo de normas, donde existen restricciones de derechos, es que no solo se tiene que ver si es que la medida es necesaria, sino si la limitación propuesta cumple con los parámetros constitucionales. En esa medida, cabe ver cuáles son los principales peros de la norma.

El primero, planteado por Morachimo, se vincula con el hecho que la geolocalización no es contemplada como parte del contenido del derecho del secreto a las comunicaciones. Ello es algo que se da de patadas tanto con la Constitución como con las leyes sobre la materia.

El segundo punto es el mencionado por Erick Iriarte: el tema de la privacidad:

La ley atenta contra el derecho de la privacidad en la medida que es una solicitud directa sin pasar por un juez o un fiscal. Sin tener un debido proceso la policía va poder acceder a los datos de las comunicaciones: quién llama, a dónde se llama, cuánto dura la llamada, desde dónde se realiza la llamada, es decir, la localización o geolocalización. La policía va a tener los datos y tiene un periodo de 24 horas para pedir la revalidación  de esta información al juez, y si el juez no lo revalida, igual los datos estarán en poder de la policía. La pregunta es, ¿quiénes más van a tener acceso a estos datos?, ¿dónde se van a almacenar los datos?, ¿qué pasa si el juez dice que no se puede utilizar? ¿Cómo se van a borrar? Todo eso queda en el aire.

Y ello es más complicado cuando, como mencionó Sigrid Bazán hoy en su programa en Exitosa, no existen aún los protocolos policiales que permitan saber como se actuará en estos casos. Amen, claro está, del control judicial ex post, en lugar de una autorización previa del juez, como se estila en estos casos.

Por si fuera poco, personas que normalmente discrepan en otras materias como Marco Sifuentes y Enrique Pasquel han recordado que el gobierno ha tenido otras iniciativas a caballo entre la torpeza y la intromisión indebida vinculadas al uso de Internet y herramientas informáticas.

Insistimos, sin duda es necesario emprender acciones contra las extorsiones desde cualquier tipo de instrumento informático. Pero existen medidas menos gravosas que la norma mencionada para poder arribar a este objetivo. Por lo pronto, mejorar la coordinación interinstitucional entre el Poder Judicial, el Ministerio Público y la Policía Nacional, así como una mayor cooperación de las compañías telefónicas en estos casos sería mejor que una medida que tiene demasiados problemas. El Congreso y el Tribunal Constitucional tienen la última palabra.

(Foto: Perú.21)

Iglesias & Castro: comenzar de nuevo 2015-02-13 18:15:09

Desde la emergencia a la arena política española de Podemos, los medios comenzaron a escarbar en los vínculos que este movimiento populista radical de izquierda mantenía con el régimen chavista en Venezuela. Y ciertamente, evidencias palmarias no tardaron en aparecer en forma sobre todo de vídeos, documentos y testimonios que acreditaban que Podemos cobraba cantidades millonarias a Caracas por trabajos de asesoramiento en materia electoral y de otra índole también, así como declaraciones a la TV de ese país hechas por Pablo Iglesias exaltando el modelo bolivariano. Sin embargo, Podemos y sus dirigentes, más allá de financiarse gracias a los petrodólares chavistas, nunca se ha nutrido ideológicamente del bolivarianismo si se trata de diseñar una estrategia para la toma del poder, ya que a fin de cuentas el mentor ideológico de Chávez lo fue Fidel Castro.

Pensamientos marxistas, objetivos totalitarios

"Iglesias se ha declarado marxista en más de una ocasión. Tomar el cielo por asalto en la jerga revolucionaria significa la demolición del viejo orden político, económico, jurídico, institucional y social, como condición previa para la consolidación del poder político del nuevo régimen. Nadie que conozca los rudimentos del marxismo, y en particular la teoría de la lucha de clases, puede decir que Iglesias no está poniendo con claridad las cartas sobre la mesa. Pero sus críticos mayoritariamente carecen de dicho conocimiento. Esto es también un hecho innegable"[1]. Si nos atenemos a la estrategia discursiva de Podemos, sobre todo su definición de pueblo y la equidistancia que guarda con respecto al resto de los partidos políticos, debemos admitir que este nuevo discurso populista ha tenido la habilidad suficiente para imponer a la sociedad española un límite distinto; una divisoria en la que de un lado habita la ciudadanía normal, de a pie o decente, y de otro, la elite política privilegiada o corrupta que sólo merece ser castigada por su responsabilidad moral y penal.

Tal propuesta, además de maniquea y por ende populista, es en términos políticos marcadamente totalitaria y aunque en principio parezca alejada de los totalitarismos clásicos del siglo XX, si la comparamos con la estrategia de toma del poder plasmada por Fidel Castro en su alegato de defensa "La historia me absolverá" tras el ataque al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953 y los Manifiestos de Movimiento 26 de Julio (el primero en 1955), veremos que los objetivos totalitarios de ambas formaciones, a más 60 años de distancia una de la otra, encajan muy bien.

Para intentar demostrarlo citaremos aquí la definición de pueblo según Castro, en su alegato de defensa como principal acusado del asalto a la fortaleza militar. "Entendemos como pueblo (…) la gran masa irredenta, a la que todos ofrecen y a la que todos engañan y traicionan, la que anhela una patria mejor, más digna y más justa, (…) los 700.000 que están sin trabajo, (…) los 500.000 obreros del campo, (…) los 400.000 obreros industriales y braceros, (…) los 100.000 agricultores pequeños, (…) los 30.000 maestros y profesionales, (…) los 20.000 pequeños comerciantes, (…) los 10.000 profesionales jóvenes". Está claro que todos los excluidos de esta definición no son pueblo para Castro: los banqueros, los propietarios medianos y grandes del campo y la ciudad, los rentistas, los grandes comerciantes y todos los asociados al capital norteamericano en la Isla; o sea, todo aquel que en posesión de alguna propiedad estuviera en condiciones de explotar mano de obra asalariada.

A continuación veamos la definición de pueblo que defiende Podemos: la formación de Iglesias tampoco sugiere una división de la sociedad donde prevalezca el pluralismo político, sino que lo que introduce, tal y como hacía Castro, es una simple dicotomía binaria extremadamente reduccionista al declarar que la sociedad toda –la "gente decente"– está de su lado, del suyo, por supuesto y lo que queda del otro lado es pura escoria política y moral: por tanto, repudiables y prescindibles. Podemos propone una frontera social estrictamente delimitada. La sociedad decente que asume como suya no está dividida por ideas o intereses plurales, sino que homogénea, o sea, lo que en términos marxistas recibe el nombre de "masas", esto es, una realidad total unitaria. Lo que queda fuera de esa totalidad para ellos no es sociedad, es casta política, son los invitados al Palco del Bernabéu.

Podemos constantemente impone una verdad única desde la que nos persuaden a que eliminemos nuestra originalidad esencial si no queremos sentirnos incomprendidos. Pontifican que la heterogeneidad distorsiona y resulta insolidaria. Como decía Walter Lippmann, "cuando todos piensan de la misma manera, nadie piensa"[2]. Iglesias, construyendo un nuevo discurso: la 'casta política', la 'gente', el 'empoderamiento' o el 'rescate ciudadano frente a los mercados', ha conseguido sustituir conceptos anquilosados como la lucha de clases o la burguesía, con muy escasa capacidad de movilización.

Apariencias socialdemócratas, realidades colectivistas

En cuanto a Castro, el programa planteado en "La historia me absolverá" en 1953 y luego ampliado en el Primer Manifiesto del Movimiento 26 de Julio de 1955, era de naturaleza socialdemócrata reformista, incentivando el papel del Estado en la economía capitalista en línea con políticas desarrollistas. Tal programa proponía en sus rasgos esenciales: la proscripción del latifundio, la distribución de la tierra entre las familias campesinas; concesión inembargable e intransferible de la propiedad a todos los pequeños arrendatarios; ayuda económica del Estado; reducción de impuestos. La reivindicación de todas las conquistas obreras. La industrialización inmediata del país. La rebaja de todos los alquileres: construcción por el Estado de viviendas decorosas, etc. El fomento de una red de escuelas e institutos públicos que se ocuparan de la educación y la formación, así como un sistema de salud pública de ámbito nacional. Y donde único mostraba ya su perfil de expropiador compulsivo era en la nacionalización de  servicios públicos: gas, electricidad y teléfonos.

Lo primero que hacen los extorsionadores es detectar fascinantes reivindicaciones sociales que ofrecer a las "masas", sin importar quién las va a sufragar. No argumentan en detalle de dónde saldrían los fondos para financiar todo ese significativo aumento del gasto social, ni mucho menos establecen que su objetivo final sería la colectivización gradual de la gran propiedad capitalista, lo cual, como se sabe, ocurrió de manera irreversible en Cuba desde 1960. En ambos casos, de este análisis se desprende que no es el programa lo que define la esencia totalitaria de un movimiento, sino su estrategia discursiva, su sustrato político, pues una vez que se define de forma "total" al sujeto, resulta que no queda espacio para ninguna otra parte social que, por definición, no puede existir sino como la anti-sociedad o el anti-pueblo, tal y como fue haciendo a partir del año 1960 Fidel Castro en Cuba, al barrer con todo vestigio de sociedad civil para ser suplantada por un nuevo tipo de sociedad: la "sociedad estatal".

Apropiación de los conceptos de "pueblo" y "democracia"

Podemos, al igual que el Movimiento Revolucionario 26 de Julio castrista, no pretende representar a unos intereses o sentimientos políticos determinados, sino que se abroga toda la representación del pueblo español, entendido como totalidad indivisa, preexistente y antagónica de eso otro que termina por ser inevitablemente el no-pueblo. Tal y como Podemos concibe y trata al espacio político, contradice intrínsecamente al pluralismo democrático y, en ese sentido, Podemos es incuestionablemente totalitario, hipótesis que queda fehacientemente demostrada en el reciente ensayo de Jose María Ruiz Soroa, El peligro de una sociedad sin divisiones[3]. En sus declaraciones públicas palpita en Podemos ese totalitarismo de viejo cuño que ya desechó la táctica de toma del poder mediante la lucha armada y que ahora, basándose en las propias reglas del juego democrático, ha sido capaz de comenzar de nuevo y demostrar que puede conquistar el poder.

Desde esta perspectiva, la primera proclama del Movimiento 26 de Julio castrista dejaba claro que el mismo se integraba "sin odios contra nadie. No es un partido político sino un movimiento democrático-revolucionario, sus filas están abiertas para todos los cubanos que sinceramente deseen restablecer en Cuba la democracia política e implantar la justicia social. El Movimiento tiene una estructura funcional; a él podrán enrolarse jóvenes y viejos, hombres y mujeres, obreros y campesinos, estudiantes y profesionales, porque ésta ha de ser por encima de todo una revolución de pueblo, con sangre de pueblo y sudor de pueblo". El antipueblo, tanto para Iglesias como para Castro, son los "gusanos", los apátridas, los traidores, los corruptos, los representantes y aliados del capital y los poderes supranacionales; el FMI, Bruselas, o la misma Merkel.

Los nuevos demagogos de siempre

Los nuevos demagogos son grandes expertos en marketing emocional. La batalla de las ideas se pierde porque el sentimentalismo ha ocupado el lugar de la racionalidad y el argumento. Los medios se utilizan para un adoctrinamiento activo que corrompe nuestra identidad. Castro hizo un uso sistemático de la televisión para luego desbordar el estrecho marco de la pantalla, irrumpiendo cual vendaval en la Plaza de la Revolución. Hoy en día el populismo es el atajo por el cual el que desea conquistar el poder por la vía rápida, se adentra en el camino de la farsa y el cinismo, aprovechándose, de las nefastas consecuencias de la Gran Recesión en España, con su legado de alrededor de 5 millones de desempleados, así como de un modelo político agotado y en crisis sistémica debido a su incapacidad para representar al ciudadano, el irrespeto permanente a la separación de poderes, el clientelismo y el saqueo perpetuo de los fondos públicos.

Un estudio internacional del BBVA[4] que examina un amplio conjunto de percepciones de ciudadanos de 10 países europeos, corrobora que casi tres cuartas partes de los españoles no se identifican con el capitalismo y el libre mercado, al tiempo que una amplia mayoría apuesta por las políticas antiliberales, por mantener el Estado del Bienestar e incrementar el gasto público y porque el Estado garantice sanidad, educación y pensiones a todos los ciudadanos. Esto constituye un terreno abonado para que pasten sobre él las huestes del populismo más radical.

En resumen, Podemos no propone absolutamente nada nuevo. El antiguo contrato rousseauniano, adaptado a las exigencias totalitarias, travestidas de demagogia barata y populismo corriente, consiste básicamente en que el todopoderoso Estado se compromete a ofrecer –sobre todo en tiempos de bonanza, pues cuando ésta desaparece, su naturaleza asistencial se reduce a la mínima expresión– una mínima cobertura de derechos sociales y a cambio los ciudadanos, renuncian, o le son suprimidos gradualmente, sus derechos civiles: derecho a la vida y a las libertades esenciales, así como sus derechos políticos: amplio acceso a la representación y al ejercicio del poder, pluripartidismo, etc. O sea, un trueque perverso y liberticida en el cual la vinculación entre mérito y esfuerzo se suplanta por el derecho a la mediocridad compartida, obtenida sin esfuerzo alguno.

 

A los individuos les son escamoteados gradualmente sus derechos naturales más esenciales, como son el derecho a la vida y el derecho a la propiedad privada, entre otros sobre los que se vertebran los valores que sirven de sustento a la sociedad liberal. Los pueblos que han estado sometidos por décadas a tal despojo han sufrido amargamente las durísimas consecuencias económicas que entraña este modo de hacer política. Sin embargo, en sus inicios no suelen advertir del secuestro de la libertad que conlleva, una alienación que prostituye un valor imprescindible para vivir y ser persona. El mismo Jean Jacques Rousseau lo expresó paradójicamente en esta frase: "Pueblos libres, recordad esta máxima: Podemos adquirir la libertad, pero nunca se recupera una vez que se pierde".


[1] Navarro Vega, Armando. Podemos puede. Neo Club Press, Miami. 23 de octubre 2014.

[2] Pomés, Julio. "El secuestro de nuestra libertad". ABC, 12 de enero de 2015.

[3] Ruiz Soroa, Jose María. El peligro de una sociedad sin divisiones. Podemos no divide a la sociedad sino que coloca fuera de ella a quienes considera sus adversarios, de forma que contradice el pluralismo democrático y en ese sentido preciso es totalitario. El País, 9-1-2015. El impulso para elaborar este trabajo me surgió como resultado de la lectura de este riguroso y revelador ensayo y quiero hacerlo patente aquí.

[4] Fundación BBVA, "Valores político-económicos y la crisis económica" (2013)  [www.fbbva.es]

Iglesias & Castro: comenzar de nuevo 2015-02-05 17:23:28

Desde la emergencia a la arena política española de Podemos, los medios comenzaron a escarbar en los vínculos que este movimiento populista radical de izquierda mantenía con el régimen chavista en Venezuela. Y ciertamente, evidencias palmarias no tardaron en aparecer en forma sobre todo de vídeos, documentos y testimonios que acreditaban que Podemos cobraba cantidades millonarias a Caracas por trabajos de asesoramiento en materia electoral y de otra índole también, así como declaraciones a la TV de ese país hechas por Pablo Iglesias exaltando el modelo bolivariano. Sin embargo, Podemos y sus dirigentes, más allá de financiarse gracias a los petrodólares chavistas, nunca se ha nutrido ideológicamente del bolivarianismo si se trata de diseñar una estrategia para la toma del poder, ya que a fin de cuentas el mentor ideológico de Chávez lo fue Fidel Castro.

Pensamientos marxistas, objetivos totalitarios

"Iglesias se ha declarado marxista en más de una ocasión. Tomar el cielo por asalto en la jerga revolucionaria significa la demolición del viejo orden político, económico, jurídico, institucional y social, como condición previa para la consolidación del poder político del nuevo régimen. Nadie que conozca los rudimentos del marxismo, y en particular la teoría de la lucha de clases, puede decir que Iglesias no está poniendo con claridad las cartas sobre la mesa. Pero sus críticos mayoritariamente carecen de dicho conocimiento. Esto es también un hecho innegable"[1]. Si nos atenemos a la estrategia discursiva de Podemos, sobre todo su definición de pueblo y la equidistancia que guarda con respecto al resto de los partidos políticos, debemos admitir que este nuevo discurso populista ha tenido la habilidad suficiente para imponer a la sociedad española un límite distinto; una divisoria en la que de un lado habita la ciudadanía normal, de a pie o decente, y de otro, la elite política privilegiada o corrupta que sólo merece ser castigada por su responsabilidad moral y penal.

Tal propuesta, además de maniquea y por ende populista, es en términos políticos marcadamente totalitaria y aunque en principio parezca alejada de los totalitarismos clásicos del siglo XX, si la comparamos con la estrategia de toma del poder plasmada por Fidel Castro en su alegato de defensa "La historia me absolverá" tras el ataque al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953 y los Manifiestos de Movimiento 26 de Julio (el primero en 1955), veremos que los objetivos totalitarios de ambas formaciones, a más 60 años de distancia una de la otra, encajan muy bien.

Para intentar demostrarlo citaremos aquí la definición de pueblo según Castro, en su alegato de defensa como principal acusado del asalto a la fortaleza militar. "Entendemos como pueblo (…) la gran masa irredenta, a la que todos ofrecen y a la que todos engañan y traicionan, la que anhela una patria mejor, más digna y más justa, (…) los 700.000 que están sin trabajo, (…) los 500.000 obreros del campo, (…) los 400.000 obreros industriales y braceros, (…) los 100.000 agricultores pequeños, (…) los 30.000 maestros y profesionales, (…) los 20.000 pequeños comerciantes, (…) los 10.000 profesionales jóvenes". Está claro que todos los excluidos de esta definición no son pueblo para Castro: los banqueros, los propietarios medianos y grandes del campo y la ciudad, los rentistas, los grandes comerciantes y todos los asociados al capital norteamericano en la Isla; o sea, todo aquel que en posesión de alguna propiedad estuviera en condiciones de explotar mano de obra asalariada.

A continuación veamos la definición de pueblo que defiende Podemos: la formación de Iglesias tampoco sugiere una división de la sociedad donde prevalezca el pluralismo político, sino que lo que introduce, tal y como hacía Castro, es una simple dicotomía binaria extremadamente reduccionista al declarar que la sociedad toda –la "gente decente"– está de su lado, del suyo, por supuesto y lo que queda del otro lado es pura escoria política y moral: por tanto, repudiables y prescindibles. Podemos propone una frontera social estrictamente delimitada. La sociedad decente que asume como suya no está dividida por ideas o intereses plurales, sino que homogénea, o sea, lo que en términos marxistas recibe el nombre de "masas", esto es, una realidad total unitaria. Lo que queda fuera de esa totalidad para ellos no es sociedad, es casta política, son los invitados al Palco del Bernabéu.

Podemos constantemente impone una verdad única desde la que nos persuaden a que eliminemos nuestra originalidad esencial si no queremos sentirnos incomprendidos. Pontifican que la heterogeneidad distorsiona y resulta insolidaria. Como decía Walter Lippmann, "cuando todos piensan de la misma manera, nadie piensa"[2]. Iglesias, construyendo un nuevo discurso: la 'casta política', la 'gente', el 'empoderamiento' o el 'rescate ciudadano frente a los mercados', ha conseguido sustituir conceptos anquilosados como la lucha de clases o la burguesía, con muy escasa capacidad de movilización.

Apariencias socialdemócratas, realidades colectivistas

En cuanto a Castro, el programa planteado en "La historia me absolverá" en 1953 y luego ampliado en el Primer Manifiesto del Movimiento 26 de Julio de 1955, era de naturaleza socialdemócrata reformista, incentivando el papel del Estado en la economía capitalista en línea con políticas desarrollistas. Tal programa proponía en sus rasgos esenciales: la proscripción del latifundio, la distribución de la tierra entre las familias campesinas; concesión inembargable e intransferible de la propiedad a todos los pequeños arrendatarios; ayuda económica del Estado; reducción de impuestos. La reivindicación de todas las conquistas obreras. La industrialización inmediata del país. La rebaja de todos los alquileres: construcción por el Estado de viviendas decorosas, etc. El fomento de una red de escuelas e institutos públicos que se ocuparan de la educación y la formación, así como un sistema de salud pública de ámbito nacional. Y donde único mostraba ya su perfil de expropiador compulsivo era en la nacionalización de  servicios públicos: gas, electricidad y teléfonos.

Lo primero que hacen los extorsionadores es detectar fascinantes reivindicaciones sociales que ofrecer a las "masas", sin importar quién las va a sufragar. No argumentan en detalle de dónde saldrían los fondos para financiar todo ese significativo aumento del gasto social, ni mucho menos establecen que su objetivo final sería la colectivización gradual de la gran propiedad capitalista, lo cual, como se sabe, ocurrió de manera irreversible en Cuba desde 1960. En ambos casos, de este análisis se desprende que no es el programa lo que define la esencia totalitaria de un movimiento, sino su estrategia discursiva, su sustrato político, pues una vez que se define de forma "total" al sujeto, resulta que no queda espacio para ninguna otra parte social que, por definición, no puede existir sino como la anti-sociedad o el anti-pueblo, tal y como fue haciendo a partir del año 1960 Fidel Castro en Cuba, al barrer con todo vestigio de sociedad civil para ser suplantada por un nuevo tipo de sociedad: la "sociedad estatal".

Apropiación de los conceptos de "pueblo" y "democracia"

Podemos, al igual que el Movimiento Revolucionario 26 de Julio castrista, no pretende representar a unos intereses o sentimientos políticos determinados, sino que se abroga toda la representación del pueblo español, entendido como totalidad indivisa, preexistente y antagónica de eso otro que termina por ser inevitablemente el no-pueblo. Tal y como Podemos concibe y trata al espacio político, contradice intrínsecamente al pluralismo democrático y, en ese sentido, Podemos es incuestionablemente totalitario, hipótesis que queda fehacientemente demostrada en el reciente ensayo de Jose María Ruiz Soroa, El peligro de una sociedad sin divisiones[3]. En sus declaraciones públicas palpita en Podemos ese totalitarismo de viejo cuño que ya desechó la táctica de toma del poder mediante la lucha armada y que ahora, basándose en las propias reglas del juego democrático, ha sido capaz de comenzar de nuevo y demostrar que puede conquistar el poder.

Desde esta perspectiva, la primera proclama del Movimiento 26 de Julio castrista dejaba claro que el mismo se integraba "sin odios contra nadie. No es un partido político sino un movimiento democrático-revolucionario, sus filas están abiertas para todos los cubanos que sinceramente deseen restablecer en Cuba la democracia política e implantar la justicia social. El Movimiento tiene una estructura funcional; a él podrán enrolarse jóvenes y viejos, hombres y mujeres, obreros y campesinos, estudiantes y profesionales, porque ésta ha de ser por encima de todo una revolución de pueblo, con sangre de pueblo y sudor de pueblo". El antipueblo, tanto para Iglesias como para Castro, son los "gusanos", los apátridas, los traidores, los corruptos, los representantes y aliados del capital y los poderes supranacionales; el FMI, Bruselas, o la misma Merkel.

Los nuevos demagogos de siempre

Los nuevos demagogos son grandes expertos en marketing emocional. La batalla de las ideas se pierde porque el sentimentalismo ha ocupado el lugar de la racionalidad y el argumento. Los medios se utilizan para un adoctrinamiento activo que corrompe nuestra identidad. Castro hizo un uso sistemático de la televisión para luego desbordar el estrecho marco de la pantalla, irrumpiendo cual vendaval en la Plaza de la Revolución. Hoy en día el populismo es el atajo por el cual el que desea conquistar el poder por la vía rápida, se adentra en el camino de la farsa y el cinismo, aprovechándose, de las nefastas consecuencias de la Gran Recesión en España, con su legado de alrededor de 5 millones de desempleados, así como de un modelo político agotado y en crisis sistémica debido a su incapacidad para representar al ciudadano, el irrespeto permanente a la separación de poderes, el clientelismo y el saqueo perpetuo de los fondos públicos.

Un estudio internacional del BBVA[4] que examina un amplio conjunto de percepciones de ciudadanos de 10 países europeos, corrobora que casi tres cuartas partes de los españoles no se identifican con el capitalismo y el libre mercado, al tiempo que una amplia mayoría apuesta por las políticas antiliberales, por mantener el Estado del Bienestar e incrementar el gasto público y porque el Estado garantice sanidad, educación y pensiones a todos los ciudadanos. Esto constituye un terreno abonado para que pasten sobre él las huestes del populismo más radical.

En resumen, Podemos no propone absolutamente nada nuevo. El antiguo contrato rousseauniano, adaptado a las exigencias totalitarias, travestidas de demagogia barata y populismo corriente, consiste básicamente en que el todopoderoso Estado se compromete a ofrecer –sobre todo en tiempos de bonanza, pues cuando ésta desaparece, su naturaleza asistencial se reduce a la mínima expresión– una mínima cobertura de derechos sociales y a cambio los ciudadanos, renuncian, o le son suprimidos gradualmente, sus derechos civiles: derecho a la vida y a las libertades esenciales, así como sus derechos políticos: amplio acceso a la representación y al ejercicio del poder, pluripartidismo, etc. O sea, un trueque perverso y liberticida en el cual la vinculación entre mérito y esfuerzo se suplanta por el derecho a la mediocridad compartida, obtenida sin esfuerzo alguno.

 

A los individuos les son escamoteados gradualmente sus derechos naturales más esenciales, como son el derecho a la vida y el derecho a la propiedad privada, entre otros sobre los que se vertebran los valores que sirven de sustento a la sociedad liberal. Los pueblos que han estado sometidos por décadas a tal despojo han sufrido amargamente las durísimas consecuencias económicas que entraña este modo de hacer política. Sin embargo, en sus inicios no suelen advertir del secuestro de la libertad que conlleva, una alienación que prostituye un valor imprescindible para vivir y ser persona. El mismo Jean Jacques Rousseau lo expresó paradójicamente en esta frase: "Pueblos libres, recordad esta máxima: Podemos adquirir la libertad, pero nunca se recupera una vez que se pierde".


[1] Navarro Vega, Armando. Podemos puede. Neo Club Press, Miami. 23 de octubre 2014.

[2] Pomés, Julio. "El secuestro de nuestra libertad". ABC, 12 de enero de 2015.

[3] Ruiz Soroa, Jose María. El peligro de una sociedad sin divisiones. Podemos no divide a la sociedad sino que coloca fuera de ella a quienes considera sus adversarios, de forma que contradice el pluralismo democrático y en ese sentido preciso es totalitario. El País, 9-1-2015. El impulso para elaborar este trabajo me surgió como resultado de la lectura de este riguroso y revelador ensayo y quiero hacerlo patente aquí.

[4] Fundación BBVA, "Valores político-económicos y la crisis económica" (2013) [www.fbbva.es]



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